miércoles, 12 de junio de 2013


… Sabe que en este libro se hallan consignadas las palabras de todos los doctores, pero no aquellas de los familiares y Compañeros del Profeta. Para hacer caer sobre nosotros las bendición celeste, empezamos por hablar de Yafar al-Sadiq, porque fue como un miembro del círculo intimo, porque es el modelo de todos los doctores y porque es quién mejor ha hablado de la vía que conduce a Al.lah. Al evocar el recuerdo de Yafar al-Sadiq es como si evocaremos la memoria de todos los miembros de la Familia…

I

Se cuenta que una noche el califa Mansour dijo a su visir: “Ve y tráeme a Yafar al-Sadiq, quiero hacerlo matar”.

¡Oh Califa” dijo el visir, Yafar al-Sadiq está sentado en una esquina donde se ha dado enteramente a las obras piadosas. No se preocupa ni por la realeza ni por la dignidad y ha renunciado al poder; no lo hagas matar.

Y como el visir insistía, el califa monto en cólera en contra de él. Cuando el visir fue en búsqueda de Yafar al-Sadiq, el califa dijo a sus servidores: “En cuanto llegue Yafar al-Sadiq, y cuando yo eleve mi turbante por encima de la cabeza, lo atravesareis con los sables”. Y les hizo prometer que no fallarían.

En eso Yafar al-Sadiq, que en él Al.lah se complazca, llegó y el califa, descendiendo de su trono, con los pies desnudos, se acercó a saludarlo besándole las manos y los pies, y lo hizo sentar en su sitio y, arrodillándose frente a él, le presento mil excusas. Los visires y servidores, testigos de lo que estaba ocurriendo, se miraban confundidos. Entonces el califa dijo, dirigiéndose a Yafar al-Sadiq: “¿Qué deseas? Pídeme lo que quieras

Lo que deseo es que no me vuelvas a llamar a tu lado y que me dejes en paz, ya que con un corazón tranquilo, únicamente ocupado con las obras piadosas, sirvo sin cesar a Al.lah altísimo”.

El califa se lo concedió y, cuando Sadiq partió, un temblor se apoderó del soberano, quien cayó a tierra sin sentido y no se recuperó hasta que no hubiera trascurrido 5 plegarias. Una vez que se hubo recobrado, le preguntaron:

¿Qué te ocurrió?

Desde que Yafar al-Sadiq llegó aquí, vi venir con él un dragón tan grande que su labio inferior reposaba en tierra, en tanto el superior se apoyaba en aquella cúpula, y el dragón me dijo: “Si haces daño a Yafar al-Sadiq te engulliré junto con aquella cúpula”. Y fue así como lleno de terror, caí al piso sin sentido”.


II

Se cuenta que un día el shaij Dawud Tai fue a ver a Yafar al-Sadiq y le dijo: “Hijo del Profeta, aconséjame y dime qué debo hacer, pues mi corazón está colmado de tinieblas”.

Yafar al-Sadiq le respondió: ¡Oh Dawud! Tú eres el más grande asceta de la época, ¿Qué bien pueden hacerte mis consejos?

Yafar”, dijo Dawud Tai, “Allah el altísimo te ha creado por encima de todas las criaturas, es necesario escuchar tus consejos”.

¡Oh Dawud!, en esta vía la grandeza o la pequeñez de nada sirven, lo que es necesario es practicar obras dignas de comparecer ante el trono del Señor Altísimo”.

Al escuchar estas palabras Dawud Tai se pone a llorar y dice a Al.lah en un impulso de su corazón: “Ya Al.lah, si quien tiene un padre como el suyo y una madre como Fátima se halla así helado de espanto, ¿quién es entonces Dawud para tener confianza en sus propias obras? Oh Al.lah, dígnate a no retirar de nosotros ninguno de los efectos de Tú misericordia”.


III

Se cuenta que un día, estando Yafar al-Sadiq sentado entre sus fieles compañeros, les dijo: “Amigos míos, hagamos entre nosotros un pacto comprometiéndonos a que aquellos de nosotros que sean glorificados el día de la Resurrección, intercederán  por los otros dirigiendo súplicas al Señor”.

Y sus fieles le respondieron:“Hijo del Profeta, tú que tienes el padre que tienes, ¿qué necesidad tienes de nuestra intercesión? Es a tu padre a quién le corresponderá interceder por todos nosotros”.

Yo”, dijo Yafar al-Sadiq, ruborizándose, “con todas las malas acciones que he cometido, no osaré jamás, en el día de la resurrección, mirar a la cara a mi padre Muhammad, ni a mi madre Fátima”.


IV

Se cuenta que durante un cierto tiempo Yafar al-Sadiq se confinó en un retiro de donde no salía. Un día vino a verlo un erudito llamado Sofyan al-Thauri, y le dijo: “¡Oh hijo del Profeta! La gente ya desespera de volver a escuchar tu palabra bendita. ¿Por qué no sales de tu retiro?”.

Porque los tiempos son duros”, respondió Yafar al-Sadiq, “tan duros que las costumbres de la gente se han alterado tanto que ya no queda nada de sinceridad ni de pureza entre los hombres”.


V

Un día se vio a Yafar al-Sadiq usando una bella túnica muy costosa. Alguien le dijo: “Hijo de Muhammad, ¿como es que tú llevas una túnica de esa clase?

Yafar al-Sadiq introdujo la mano del hombre en una de sus mangas y éste vio que debajo Yafar llevaba una túnica de tela rústica y áspera al tacto.

Esta túnica”, dijo Yafar “es para la gente. En cuanto a la rústica que llevo debajo, ésa es para Allah


VI

Se dice que ciertos disidentes dijeron a Yafar al-Sadiq: “Posees toda clase de eminentes cualidades: la sabiduría, la piedad, eres además el hijo de Muhammad; sin embargo eres orgulloso y de corazón soberbio”.

Yafar al-Sadiq respondió: “No soy orgulloso, y porque he expulsado el orgullo de mi corazón el Señor altísimo me ha concedido un grado tan elevado que me hace aparecer majestuoso ante los ojos de la gente”.


VII

Un día Yafar al-Sadiq le pregunto a Abu Hanifa: “¿Cuál es el hombre razonable?

Aquel”, le respondió Abu,  “que sabe distinguir el bien del mal

 “Pero”, dijo Yafar, “eso también saben hacerlo los animales”.

 “¿Y cuál es entonces el hombre razonable?”, replicó Abu Hanifa.

 “Es aquel que entre las cosas buenas es capaz de distinguir la mejor, y entre dos malas reconoce la peor”.


VIII

Otra vez, un hombre que había perdido mil piezas de oro se acercó a Yafar al-Sadiq, a quién no conocía, y le dijo: “Tú has tomado mi dinero”.

Ya´far le dio mil piezas de oro. En cuanto llego a su casa, el hombre descubrió la suma que había perdido. Entonces, regresó a Ya´far para restituirle el dinero recibido, pero éste se rehusó a tomarlo, diciendo: “No aceptamos aquello que hemos dado

¿Pero quién es este personaje que se niega a recibir su propio dinero?”. , preguntó el hombre.

Es Ya´far al-Sadiq”respondieron sus asistentes. Y con toda humildad el hombre beso las manos y los pies de Ya´far, pidiéndole perdón, pero Ya´far al-Sadiq, sin embargo, jamás acepto su dinero.


IX

Se cuenta que alguien vino a  Ya´far al-Sadiq y le dijo: “Hazme ver al Señor Altísimo”. Y él le respondió:

¡Hombre!, cuando el profeta Mûsa pidió ver el rostro del Señor, una voz le respondió: tú jamás podrás verme”.

Pero nosotros somos el pueblo de Muhammad”, replicó el otro, “y nos esta permitido ver”.

Apresen a este hombre y arrójenlo al río”, ordenó Ya´far al-Sadiq. De inmediato lo arrojaron al río. El hombre se sumergió una vez y reapareció en la superficie gritando: “¡Oh hijo del Muhammad, ven en mí socorro!”. Y volvió a sumergirse en las aguas. Cuando volvió a emerger, por orden de Ya´far al-Sadiq, todos lo dejaron gritar sin que nadie le tendiera una mano. Entonces, ya sin esperar asistencia, el hombre dijo: “Allah mío, sé misericordioso y ven a mí socorro”.

Esta vez Ya´far al-Sadiq ordenó que lo sacaran del agua. Al cabo de algunos instantes, Ya´far al-Sadiq le preguntó:

Y bien, ¿haz visto al Señor Altísimo?”.

Aunque llamaba”, dijo el hombre, “nadie venia en mi auxilio. Así que, sin esperar ya nada de ti, puse mi esperanza en el Altísimo, y cuando llamé una puerta se abrió en mi corazón, y cuando miré a través de ella, encontré aquello que anhelaba”.

Entonces ahora”, dijo Ya´far al-Sadiq, “deja todo lo demás y nunca abandones esa puerta”.


X

Otra vez Ya´far al-Sadiq dijo:

Quién pretenda que el Señor Altísimo está en lo alto, en lo bajo, en cualquier lugar, o que es de esta o aquella naturaleza, es un infiel. Quién haya cometido un pecado sintiendo luego miedo, arrepintiéndose y pidiendo perdón, ése está, con seguridad, bien cerca del Altísimo. Toda obra piadosa que no proceda de un sentimiento de humildad, y que termine por dar al corazón una seguridad fundada en la soberbia, esa obra aleja al fiel del trono de Allah. Cuando un fiel, que se muestra obediente pero es arrogante y lleno de orgullo, se vuelve rebelde, si en su rebeldía experimenta temor, este arrogante entra en las filas de los servidores obedientes”.


XI

Se le preguntó a Ya´far al-Sadiq si el pobre que soporta pacientemente la pobreza valía más que el rico que se muestra agradecido.

El más meritorio”, respondió, “es el pobre que soporta pacientemente la pobreza, porque el corazón del rico esta centrado en su dinero, en tanto que el corazón del pobre, que no tiene dinero sino paciencia, está siempre con el Señor Altísimo. Acordarse de Allah es posible solamente a condición de olvidar todo aquello que no es El. El fiel es aquél que renuncia a sí mismo. El hombre iluminado es aquél que dejando de lado cualquier cosa, sólo desea complacer a Allah y alcanzar el conocimiento de Allah. Quién se mortifica teniendo como meta este bajo mundo, obtiene el poder de hacer milagros, y quien se mortifica teniendo como meta a Allah, tiende tan sólo a Allah”.


XII

Y también dijo:

Jamás he tenido un conocimiento más claro de la ruta de los misterios que el día en que alguien me dijo que era tonto. Quién tenga un enemigo esclarecido, debe interpretarlo como un signo de buena fortuna. Hace que uno se mantenga alejado de la compañía de cinco clase de personas: 1) los mentirosos; 2) los tontos que, imaginando sernos útiles, nos causan daño sin darse cuenta de que nos resultan nocivos; 3) los mezquinos, que en los tiempos de indigencia no nos prestarán ningún auxilio y se mostrarán avaros con nosotros; 4) esas personas sin corazón, que en circunstancias criticas volverán la espalda y nos dejarán perecer; 5) esos hombres viciosos y sin dignidad, que en cualquier ocasión murmuran en nuestra contra por un bocado de pan”.


XIII

Y dijo también:

El Señor Altísimo ha creado el paraíso y el infierno en este bajo mundo. El paraíso de este bajo mundo es la seguridad; el infierno, es al desgracia. La seguridad consiste en que uno ponga sus asuntos en manos del Señor Altísimo, depositando en Él la confianza. La desgracia es que, conduciendo en persona tus propios asuntos, quieras apoyarte solo en ti para dirigirlos”.


XIV

Y dijo además:

Todo lo que ocurre en este mundo depende de la voluntad del Señor Altísimo. Solo Allah lo sabe todo”.


Extraido del Tadhkirat-ul-Awliya de  Farid-ud-Din Attar